Pensando en lo vincular. Por Aurora Favre

Presenta: Aurora Favre

Coordina: Nélida Di Rienzo

Cómo pensar el síntoma en el niño. Posición del analista e intervenciones con el niño, con los padres y con la institución escolar.

Voy a tomar “Nota sobre el niño” (1) donde ahí Lacan habla de síntoma como modo de respuesta propia “a lo que hay de sintomático en la estructura familiar” En ese caso como ocurre con el nietito de Freud donde la madre se va y el niño con el juego conmemora la partida de la madre tomando una posición activa: el niño puede “hacer algo con eso” O sea el síntoma como oportunidad, como un camino que se le abre.

En algunas consultas recibimos niños en los que no encontramos la punta significante de un “hacer algo propio” En ocasiones el niño pronuncia palabras y utiliza juguetes pero puede ocurrir que lo que pronuncia o hace no lo represente a él, para él en la escena, porque no tiene todavía incorporada una imagen de sí separada de los otros y no tiene un lugar de enunciación propia. (2) Las operaciones instituyentes en la primera infancia hacen a lo que inscribe el niño partiendo de lo que recibe de su familia y del entorno cultural que le llega a través de múltiples formas en donde lo que tiene que ver con los medios en este momento es fundamental tener en cuenta. Se van produciendo las primeras marcas con lo que irá construyendo el fantasma. Voy a tomar viñetas del material clínico de un niño que venía teniendo dificultades, con un posicionamiento que podríamos decir de objeto (no de sujeto a advenir) dentro del fantasma del Otro Primordial que –considero- nos va a dar elementos para reflexionar sobre las condiciones necesarias para la constitución del síntoma y del fantasma que es tan importante para la clínica en general.

(3) Cuando se recibe la consulta por un niño es necesario ubicar qué lugar va teniendo el niño en tiempos de estructuración, en qué tiempo de las operaciones instituyentes se encuentra, esto es hacer un diagnóstico presuntivo, no para decirle a los padres ni para etiquetar sino para considerar:

a) las indicaciones necesarias

b) los modos de intervención del analista con el niño y con los padres y también en el ámbito escolar

Paso a tomar algunas viñetas clínicas, ubicando a su vez cuestiones teóricas para ir conversando:

Julián tiene 5 años en el momento de la consulta. Es mellizo y tiene una hermana unos tres años mayor. Los padres perdieron una niña a los 3 meses de edad, de muerte súbita (la primera hija)

Consultan porque el niño presenta mutismo aunque comprende todo dicen, se aísla en el jardín de infantes y está todo el día solo con autos. Se trata de una familia de origen judío, muy religiosos. Viene con un diagnóstico de autismo que quieren verificar.

Planteo entrevistas preliminares partiendo de una entrevista familiar. Como observo una posición del niño muy disimil con el padre respecto de la posición que mantiene con la madre, planteo dentro de las entrevistas preliminares, entrevista vincular del niño con la madre y a continuación entrevista vincular con el padre con el propósito, por un lado, de escuchar la posición de este niño dentro de la estructura familiar y, por el otro, poder considerar el dispositivo necesario para esta situación clínica: si análisis del niño, o bien tratamiento familiar, o bien análisis de pareja o bien entrevistas de padres y análisis del niño.(4) (acá va la cita de dispositivo)

– En la entrevista preliminar con el grupo familiar, Julián se ubica debajo del escritorio con un auto haciéndole girar las ruedas, como desconectado. La madre con los otros chicos en un extremo y el padre cerca de Julián en el otro extremo. Para la ocasión recorto de esta entrevista que el hermano lanza un avión de papel por el aire y Julian dice “Israel”. Si bien se muestra desconectado, nombra un significante que es marca simbólica propia de este grupo familiar. Podemos leer que esto implica que este niño tiene un lugar en la cadena de filiación propia de la operatoria instituyente que Lacan nombra “operación de alienación”

Durante la entrevista con la madre observo que Julián toma una espada de juguete y dice “para romper”, la mamá se la saca y dice “no, para matar” y agrega “en mi casa no entran armas”. Se puede escuchar que la mamá no lo toma como un juego (podríamos decir que hay fallos en la función significante que constituye la escena ficcional (como anterioridad discursiva) que posibilita que la función simbólica advenga para un niño.

Luego en la entrevista la mamá necesita hablar todo el tiempo como si no tolerara el silencio y no pudiera darle lugar al niño. Cuando Julián le acerca un juguete, ella le hace cosquillas para poder seguir hablando. El niño le muestra finalmente una cabra y señalando los genitales le pregunta: “¿qué es eso?”. Y la madre parece no escucharlo. Luego planteo una entrevista con el papá y Julián.

Julián en la entrevista con el padre toma el mismo animalito y le dirige al padre la misma pregunta señalando los genitales de la cabra y el padre le dice “es la barba”. El niño dice “mamá no sabe”. Entonces el padre no entiende, pero, en lugar de preguntarle el padre al niño qué dice o por qué lo dice, el padre me mira a mí y hace un gesto como diciéndome “está loco”. En esta entrevista, el niño toma un barco de la caja de juguetes y lo pone sobre la pierna del padre, el padre le dice “no, porque me va a mojar”, pero no se escucha que lo diga en un sentido lúdico.

Intervengo planteando que Julián está recordando lo que jugó con la mamá en la sesión anterior, invitando al papá a que se interiorice en la pregunta que Julián le está haciendo Se escuchan claros intentos de enunciación en Julián dentro de un modo discursivo familiar con fallos en la simbolización, por lo que descarto que se trate de un posicionamiento hacia el autismo.

Julián alterna momentos en los que puede sostener su posición enunciativa, por ejemplo, cuando pregunta dirigiéndose a la madre y al padre diciendo: “¿qué es eso?” y otros momentos –cuando el padre le habla– él responde ecolálicamente, es decir repite la última sílaba que el padre pronuncia. Esto no le ocurre con la madre. Si el niño no puede realizar por fallos en lo simbólico a nivel del Otro, la operación que implica hacer una separación con el otro a partir de un rasgo que lo diferencia, lo que recibe del Otro le cae como un signo (no como un significante), como mandato superyoico, y produce un desdoblamiento en el niño, no logra un lugar de enunciación y, si esto se fija, es grave.

Por la edad, está en proceso de estructuración. El lugar en la enunciación implica una imagen de sí y una posición propia frente al otro en relación al habla. Estos son los elementos que resultan de interés para el analista cuando escucha a un niño, y le permite hacer una presunción diagnóstica. Decimos diagnóstico presuntivo no para etiquetar sino para orientarnos para las indicaciones de tratamiento y para ubicar los modos de intervención si es por la cuerda de lo simbólico, si es por el lado de las intervenciones en lo real (ahora no nos vamos a detener en las intervenciones).

(5) Respecto de la cuestión del diagnóstico tenemos que poner en consideración que en la primera infancia el niño está en el tiempo de estructuración, y por lo tanto hay maleabilidad en el empalme de los registros (Real, Simbólico, Imaginario) Los registros se van anudando en el hacer (que en el niño es en el juego) y en el lazo con los otros. Por eso decimos que los tres registros se anudan con un cuarto término que es el hacer obra con los otros (que Lacan nombra sinthome) Por eso el analista acompaña al niño con sus intervenciones para que el síntoma sea la oportunidad de un camino hacia el mover la fijeza del síntoma procurando un hacer nuevo, novedoso con los otros.

En esta situación clínica voy escuchando que si bien la consulta es por el niño los padres presentan serios problemas en la simbolización y el lazo, y que el lugar que ocupa Julian es el de condensar estas cuestiones según iremos siguiendo en el desarrollo de algunas viñetas. Acá Julián es el lugar donde inconscientemente los padres colocan cuestiones con las que no se pueden implicar y por tanto no pueden simbolizar, según vamos viendo. Acá hay un concepto muy útil que es que así como el niño es el verdadero objeto a, (objeto causa de deseo) cuando se van presentando dificultades, el niño puede ser un lugar donde queda fijado, inmovilizado lo que no se puede poner a circular. Podemos pensar que Julián ocupa en esta estructura el lugar de objeto condensador de goce. Esto es muy importante de tener en cuenta para pensar las indicaciones de dispositivos clínicos.

Siguiendo con el lugar que ocupa este niño vamos a considerar que lleva el nombre del abuelo paterno. Este abuelo emigró a la Argentina antes de la creación del Estado de Israel. Cuando el papá de Julián tenía 14 años, su padre decidió, prácticamente sin consultarlo, enviarlo a Israel a estudiar a un seminario no rabínico. Al año siguiente, el papá de Julián quiso volver y no le fue permitido. Su padre consiguió un trabajo que le permitía ir y venir de la Argentina a Israel. Se escucha en lo que trae el papá de Julián, que de esa manera, su padre (el abuelo de Julián) pudo realizar el inconfesado deseo de vivir y morir en Israel. Cuando terminó de estudiar, el padre de Julián iba a seguir otra carrera porque no podía decidir dónde vivir. El abuelo de Julián muere en un accidente de auto en el que él conducía. Antes de morir, le dice al padre de Julián que dé la reválida y vuelva a la Argentina porque “no puede ser un estudiante eterno”. El padre de Julián dice que en ese momento (cuando muere su padre) tuvo la certeza de que debía volver. Conoce en Israel a la madre de Julián, ella estaba de viaje “para olvidar una ruptura amorosa, estaba por casarse”, dice el padre de Julián. Cuando el padre de Julián viene a la Argentina, comienza a trabajar en la empresa familiar conducida por su madre y su hermano (el tío de Julián) pero allí nunca encontró su lugar, y nunca pudo dar la reválida que le hubiera permitido trabajar como profesional. La economía de los padres de Julián era administrada por la abuela de Julián que decía “todo es de todos”.

En las entrevistas con el padre y la madre, el padre dice que Julián es raro, que cuando él lo mira se ríe y parece que le falla algo y la madre le responde “vos porque no te ves, vos hacés lo mismo”. El padre también dice que le llama la atención que Julián está siempre solo con autos, y se pregunta si será porque él está siempre muy nervioso cuando maneja, que tiene pánico a manejar y entonces grita.

Hasta aquí vamos pensando cuestiones respecto del lugar que ocupa este niño en la estructura que hace al nudo de relaciones vinculares (objeto condensador de goce) Ubicarlo permite orientar –venimos diciendo- las indicaciones y las intervenciones. No es un saber para decir “este niño tiene tal diagnóstico”. Por otro lado no es posible decirlo porque cuando se va trabajando con el niño y con el adulto a cargo se va produciendo movimiento de ese lugar.

Durante el tiempo de las entrevistas preliminares voy escuchando que también se plantea para este niño un lugar complejo en el ámbito escolar. Por un lado comparte la misma sala con su hermano a pedido de la madre para que éste lo ayude, aun habiendo otra sala y escucho que en la escuela por tratarse de una escuela confesional toman sumamente en cuenta todo lo que dice la madre debido a que tiene mucha prevalencia en la comunidad religiosa. La madre es docente (no en esa escuela) pero tiene una injerencia enorme. Fui trabajando con mucha delicadeza pero sin pausa con la directora y con la psicopedagoga de la escuela el cambio de sala y el corrimiento de la mamá a su lugar como mamá.

Respecto del tratamiento me parece importante que ubiquemos que en el trabajo con niños, el niño al ser traído por los padres el modo particular de lazo que es la transferencia tiene su especificidad y hace que hablemos de transferencias múltiples. Esto en primer lugar. En las situaciones clínicas como la que estamos desarrollando, en donde el niño permanece integrado, no separado de la subjetividad de los padres la transferencia toma un carácter masivo, indiferenciado. Las intervenciones del analista con el niño y con los padres requieren de un tiempo de soporte de esta peculiaridad transferencial.

Vamos a tomar una viñeta donde podemos ubicar lo anteriormente señalado

Viene Julián a la sesión acompañado de la madre. En la sala de espera mientras Julián va entrando ella no puede parar de hablar, dice que debería hablar con el hijo, que ella lo dice aun en contra de su conveniencia. Me doy cuenta de que se refiere a su suegra respecto de su marido. El niño me deja en la sala de espera con la madre, cierra la puerta del consultorio mientras ella me dice que la suegra piensa que quien manejaba el auto cuando murió el abuelo de Julián era el padre de Julián. Le digo: “usted está escuchando, haciéndose cargo de cuestiones muy dolorosas y traumáticas que sería necesario que vaya hablando con su esposo”. Me dice que es imposible porque él se violenta y la trata de loca. Le digo que en el espacio de entrevistas de padres habría que ver si puede ir animándose. Me dice que le es imposible. Insisto, le digo que sería necesario que su marido participe y no que se planteen a sus espaldas. Ella insiste en que él la trata de loca. Le digo que considero que sería necesario que pueda hablar con un analista en un espacio y tiempo para ella y me responde: “yo me arreglo sola”. Podemos pensar acá que ha entrado en el espacio de análisis pero fuera de escena (acting out) un secreto a voces.

Venimos ubicando cuestiones respecto del diagnostico presuntivo para las indicaciones de tratamiento y para ubicar los modos de intervención. En esta situación clínica podemos presuponer que hubo obstáculos en el tiempo de constitución del narcisismo (operatoria de alienación) que obstaculizó la constitución del velo, la cobertura que posibilita el registro de lo imaginario, que constituye las identificaciones que van formando el yo y sus mecanismos de defensa que son muy necesarios dado que le permite al niño no quedar a merced y no vivir la presencia del otro como intrusiva. El analista tiene en cuenta esto en sus modos de intervención (lo podremos conversar en el debate)

(6)Hasta acá desarrollé la importancia de no tomar al niño porque traen al niño. O sea, plantear entrevistas preliminares, que el analista cuente con la noción de dispositivos clínicos (que no necesariamente va a atender al niño solo) que pueden requerir hacer un trabajo los padres pero que de acuerdo al lugar que el niño ocupe a veces no se puede hacer una indicación de tratamiento para los padres sin antes sostener la masividad transferencial, lo que los padres colocan en el lugar del niño, situar que los padres en estas situaciones clínicas transfieren en el lugar del niño. (niño como lugar donde los padres colocan muchas veces lo que más resiste, lo no simbolizado, lo no articulado como discurso, lugar de goce, escuchemos la siguiente viñeta:

Viñeta clínica

En una sesión arma una escena con dos autitos y ponía a un conductor en cada uno. Un día saca a un conductor de uno de los autitos y dice: “Es un papá que se va a ir”. En la sesión siguiente, llega acompañado por su papá, entra raudamente al consultorio cerrando la puerta y deja al padre en la sala de espera conmigo. El padre me dice muy confusamente (en voz alta pero sin dirigirse a mí, casi como hablando solo) que por las presiones familiares a veces abriga la fantasía de fugarse. Considero que en esto que el padre dice está el texto de lo que Julián había hecho y dicho, sin posición enunciativa aún. Intervine señalándole al padre la cuestión de los espacios y marcando que a él lo convocaban cuestiones de su propia subjetividad que no estaba pudiendo hablar con su esposa en el espacio de entrevistas de padres, pero que esas cuestiones requerirían un espacio para él con un analista y que cuando lo deseara me lo podía solicitar a fin de sugerirle el nombre de un analista para él. Así lo hizo al poco tiempo. En una entrevista de padres en la que me pide la derivación me dice en presencia de su esposa: “Yo no me arreglo con un gurú como ella”.

El niño cuando permanece incluido en la subjetividad del adulto, lo que dice y lo que hace no tiene aun carácter de respuesta propia, respecto de lo que recibe. Al no tener el niño aún un sí mismo y un lugar de enunciación propio, lo que dice y lo que hace no tiene el estatuto de síntoma (recordemos Una nota sobre el niño…) capta un saber en lo real, pero es una letra inscripta en el cuerpo del niño pero que no puede ser leída aun por el niño. No arma aún un juego propio que implique una separación con el discurso del Otro, separación que le posibilite la construcción de diques pulsionales y de una imagen de sí que le permita recortarse del Otro.

(7) Indicaciones de tratamiento:

Desde mi posición como analista del niño, en el entre-dos de los padres, recibiendo masivamente lo que cada uno de ellos iba trayendo en un fuera de escena (fuera de las entrevistas de padres, en el espacio del niño) y que configuraba la mostración de un secreto familiar, me planteé –al recordar, por un lado, que la madre de Julián se había negado rotundamente a hablar al respecto con su marido y, por otro, el deseo de fugarse por parte del padre– si no era necesario indicar un dispositivo familiar y así crear las condiciones para trabajar y elaborar lo que aparecía como un secreto. Al mismo tiempo, me planteé también que el modo en que iba mostrándose la problemática, inundando el espacio del niño y no pudiendo los padres implicarse, daba cuenta de una especificidad de la transferencia, es decir, lo no simbolizado era traspuesto a lo real. Entonces me propuse ir escuchando cuáles eran los lugares que ofrecían menor resistencia.

Para ese momento pienso que será necesario hacer un abordaje individual del niño para que pueda correrse de ese lugar y entrevistas con los padres. (no me parecía que los padres pudieran tomar una indicación de análisis para ellos o de análisis de pareja dado que transfieren masivamente en el lugar del niño.

¿Qué fue escriturando Julián en las sesiones?

1) En un primer tiempo mostraba su inhibición apilando objetos detrás de los sillones, ubicándose debajo del escritorio, no toleraba mi voz ni mi mirada (objetos pulsionales) Mi intervención consistía en dejar autos a su disposición y donarle en acto la sustracción de mi mirada y de mi voz (me ponía a mirar una revista mientras lo acompañaba), yo no lo miraba a él.

2) Luego Julián pasó rápidamente a una segunda escena en donde tomaba los autos y les sacaba los faros. Parto de lo que él trae, hago de esto juego desde el lugar del analista “el auto sin faros” que recorriendo el consultorio digo que soy un auto que no ve, y lo muevo y manejo llevándome todo por delante. No interpreto como si se tratara de una formación de lo inconsciente por la cuerda de lo simbólico, dándole significación en tanto considero que lo que hace es una construcción que lo defiende de lo que irrumpe como goce del Otro, en tanto él es objeto de una mirada mortífera.

Se trata de intervenciones en lo real que posibiliten el montaje pulsional y la posibilidad de poner coto, respecto de lo que irrumpe como goce del Otro (una mirada mortífera) como modo de que pueda construir un velo propio del registro imaginario, una cubierta defensiva ante lo que vive como intrusión

3) Julián empezaba a estar menos inhibido, a salir del mutismo pero se hacía mucho lío con las palabras. La cuerda de lo simbólico no interceptaba suficientemente con lo real. Decía, por ejemplo: “El colegio es chica y el comedor es varón. ¿Me hacés un amén?”. Cuando estaba cerca mío decía: “¡Qué olor!, yo no tengo ese olor”, “Me gusta el celeste. Voy a hacer una casita, un árbol, un pajarito. Estaba por volar, quería volar, estaba muerto. Está yendo al cielo. Se estaba por caer, cuando se caía el cielo venía shenk, ¡qué loco!”.

(8) Transferencia del niño y de los padres

– Veníamos ubicando que los padres traían sus cuestiones fuera del espacio de entrevistas, en el lugar del niño, no pudiendo asumirlas como propias (transferencia transpuesta a lo real)

– Decíamos que el analista, advertido de ser soporte de transferencias múltiples, sostiene ese “fuera de escena” que entonces permite al niño cerrar la puerta del consultorio dejando al analista con el padre o la madre.

Pero al mismo tiempo, el niño empieza a poder hablarle al analista, a decirle de “su posición” con los mismos elementos con los que venía: la mirada, como podemos seguir viendo con la siguiente viñeta:

– Julián trae a análisis su posición respecto del otro diciendo al mirar un cuadro de una mujer de perfil que está en el consultorio “La señora va a dar vuelta la cabeza y me va a mirar”. Él es un cuadro. Él es mirado.

Esta posición la trae en transferencia cuando me pregunta: “¿Tus hijos me están mirando?”. Yo le digo que cuando estoy con él o con otros niños a quienes atiendo en el consultorio no estoy con mis hijos, y que cuando estoy con mis hijos no estoy con él. Analista con un hueco, una falta, con un objeto separable, donde el pueda colocarse.

4) Comienza una escena que a diferencia de las anteriores sostiene durante todas las sesiones y le agrega elementos asociativos (hace un camino con papeles, pone autos que se llevan todo por delante, luego un camino transversal con semáforos, en los bordes pone árboles y animales “de mentira” hace un garaje al costado donde guarda los autos. Podríamos decir que ahora él es el auto que puede sustraerse a la intrusión del otro. Ahora puede hablarme mirándome (primero no me miraba y luego me sacaba la lengua).

Cada vez que se va hace un circulito, que asocia con la piedrita de una obra en construcción que está al lado de mi consultorio

– Le digo que ese circulito, esa piedrita, le recuerdan a él cada vez que viene a sesión, que él es el mismo cada vez que viene aunque piense y sienta cosas nuevas cada vez. Me dice: poné ahí mi nombre.

Como respuesta, viene a la sesión siguiente corriendo, agitado, entra al consultorio mirando para un lado y para otro (buscando a mis hijos?…) y dice “Aurora, ahora sé porqué vengo acá, porque cuando vine quise encontrar a tus hijos y tirarlos por el balcón”

Esto que dice se lo enlazo con lo que le había dicho en la sesión anterior acerca de que era él quien pensaba y sentía cosas. Además le digo que él no es “un malo” sino que cuida su lugar.

En el camino al lado de un árbol pone un circulito y dice: “Israel, yo vivo ahí, nosotros vivimos ahí”. Me introduzco lejos en la escena como autito diciendo “mi goma se pinchó en la piedrita de la calle Malabia” (o sea en la puerta de mi consultorio). Me pregunta: “¿Dónde vivís? Le digo: “Yo, en Buenos Aires” y me dice: “Yo, también”.

Acá podemos pensar que el niño ha incorporado una escena donde se encuentra teniendo un lugar en relación al otro. Acá podemos decir que empieza a hacer su propio juego como respuesta a lo que viene del otro en el lugar del Otro. Lugar del síntoma.

5) Empieza a traer cuestiones que podríamos nombrar edípicas: Toma dos cochecitos y los hace andar y ve que uno va más rápido que otro, que uno llega donde el otro no. Me pregunta cuál me gusta más (los dos tienen asientos, luces, relojes), ve que uno está roto y el otro no. Dice algo de bebito, como jugando y luego dice: “No es bebito”. Dice: “Este es mamá” y “Este es papá”.

6) Me dice que mis chicos tienen quipá y le digo que no porque el padre de mis hijos no lleva quipá. Me dice: “Tu papá no tiene”. Le digo que él usa quipá como el papá de él. Me dice que su papá tuvo la quipá primero que él. Que él –su papá– era bebé primero. Cuando termina esa sesión, en el momento en que –como en casi todas las sesiones– hace un circulito como firma y pone su nombre, ahora me dice por primera vez: “Ponele mi apellido”. Sale del consultorio. La madre le dice: “Andá a despedirte de los juguetes” y él le responde: “No, porque no escuchan”.

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