“El tiempo en la clínica lacaniana: La escansión” Por Rubén Dimarco

Sociedad Argentina de Psicoanálisis
“El tiempo en la clínica lacaniana: La escansión”

NOTAS SOBRE EL CONCEPTO DE TIEMPO EN LACAN

Rubén Mario Dimarco

Hecho de polvo y tiempo el hombre dura menos que la liviana melodía

J. L. Borges, El tango

La concepción del tiempo en Lacan hace a Grundbegriff, un concepto fundamental tal como nombra Freud cuando presenta su invención: Trieb, la pulsión. Lacan inventa para el psicoanálisis el tiempo lógico, tiempo de retroacción, tiempo de anticipación. Hace “traza en lo real” –así caracteriza al concepto Lacan- su caracterización del tiempo según su concepción de sujeto a partir de la teoría del significante y de los nudos[1] Recordemos que Lacan define al significante diciendo: “Nuestra definición del significante (no hay otra) es: un significante es lo que representa al sujeto para otro significante”. Y define al sujeto: “Pero ese sujeto es lo que el significante representa, y no podría representar nada sino para otro significante: a lo que se reduce por consiguiente el sujeto que escucha”. En sus últimos seminarios la noción de sujeto -caracterizada como parlêtre, ser parlante- se complejiza al ser trabajada con el nudo borromeo y al quedar entrelazado con el goce en sus diferentes modos y el a en los calces del nudo.

y según las vicisitudes de las estructuraciones en el lazo con los otros. Cabe destacar que el tiempo lógico subjetivo es efecto de la lógica de los lazos. Efectos –sujeto, lazo, estructuración- del obrar del tiempo, de las diferentes modalidades mencionadas que procuraremos ir caracterizando. Concepción del tiempo que también hace a una clínica novedosa ya que afecta radicalmente el trabajo de lo transferencial, de la interpretación, del acto analítico y del saber-hacer (del síntoma al sinthome, entendido esto como saber-hacer, obra propia singular que haga lazo con los otros, sea cual fuere).
Tres autores de la literatura (entre otros y entre otras artes) que tuvieron la misma intuición y crearon sus narraciones con esta concepción del tiempo: Proust[2], Joyce, Woolf. También tres autores de la filosofía que abrieron caminos (junto a otros), que “esculpieron en el tiempo” (al decir de Tarkovski): Nietzsche, Kierkegaard, Deleuze.
Volvamos a Lacan quien se sirve muy bien del Nachträglich y del Vorstellungrepräsentanz freudianos, también de la “Carta 52” y del “Proyecto…” donde, dice, “encuentro mis significantes” al trabajar los signos de percepción, las transcripciones y retranscripciones. Se sirve muy bien para concebir al sujeto a advenir en el campo del Otro, entre un significante y otro –tramitando goce, deseo, amor- con el valor del intervalo que se produce entre ellos, de la hiancia, del corte para producir un efecto de sentido que es efecto de una temporalidad que no se puede pensar como lineal, como cronológica. La diacronía y la sincronía se articulan en conjunción-disyunción en las modalidades que toma el tiempo lógico, las del instante de la mirada, las del tiempo de comprender, y las del momento de concluir. Modalidades que hacen “al aserto de certidumbre anticipada” según el significativo título del artículo fundante del tiempo lógico de 1945 de los Escritos. Tiempo que es acto. Acto significante proviniendo de lo real[3]. Acto como comienzo[4]. Hace a la verdad siempre en construcción, verdad del sujeto que adviene a través de la trama discursiva (y a través de lo por fuera de discurso, cuando de problemáticas graves se trata) del, repito, goce, del deseo y del amor-odio-indiferencia de la transmisión transgeneracional y la de los contemporáneos, para decirlo con palabras de R. Kaës. Esto nos lleva a destacar que en la clínica psicoanalítica con dispositivos vinculares es crucial con qué idea de tiempo se escucha y se interviene en las cuestiones que hacen a la transmisión de lo intersubjetivo, lo interfantasmático y lo intersintomático. Transmisión vertebrada por la repetición donde se juega la temporalidad circular de la pulsión, en sus dos vertientes: como repetición de la mismidad (la compulsión a la repetición) propia de la compactación –fenómeno de fijación, eternización escénica- del sistema de parentesco y/o la temporalidad de la repetición significante, de novedad y de apertura a lo acontecimental (en el sentido de Badiou) propio del tiempo irreversible (la “flecha del tiempo” tal como lo nombra Prigogine). Transmisión en retroacción y/o en anticipación que “mueve” al infans de la posición –por estructura del Otro- de objeto propia del tiempo de la alienación a la posición de sujeto a advenir como sujeto deseante en el tiempo –lógico, claro- de la operación de separación.
Tiempo lógico que se complejiza al articularse con la lógica modal del nudo borromeo de lo real, lo simbólico, lo imaginario con el cuarto que es puro corte, que es un sinthome, un hacer obra, como dijimos, singular que algunos logran en la vida con los otros y otros en el análisis (especialmente como fin de análisis). Dimensiones, entonces, del tiempo real, del tiempo simbólico, del tiempo imaginario[5].
Esta concepción del tiempo atraviesa cuestiones de la estructuración-estructuras-estructuración, cuestiones tales como el montaje-desmontaje pulsional, cuestiones acerca de las tres identificaciones (los tres tiempos de Freud re-inventados por Lacan al trabajar el tiempo de la identificación real al Otro real, de la identificación simbólica al Otro real y el de la identificación imaginaria al Otro real). Cuestiones acerca de los tiempos de la tramitación del goce: tiempo del goce del Otro (del exceso), que no debe ser, cuando el infans queda en posición de objeto, del cual hay que salir (cortando, corte que produce el significante de la falta en el Otro), tiempo del goce fálico, un goce con medida, ya con tramitación simbólica, con escansión, y también en otro tiempo el goce del Otro sexo con reconocimiento de la otredad, de la realidad del otro como prójimo como semejante y ajeno, en su diferencia, en su diversidad (que, como sabemos, algunos sujetos con problemáticas graves no lo logran). Aquí también es cuestión de lógica: Lacan caracteriza el campo de la lógica fálica y el de la lógica del no-todo que no podría pensarse sin la concepción del tiempo lógico, de ahí lo mencionado al comienzo: “hace cauce en lo real” (lo real “no cesa de (no) escribirse”, al decir de Lacan). Cuestiones de estructuración que hacen al tiempo en la instalación del estadio del espejo, paradigma del valor de la mirada del Otro primordial que proyecta la imago anticipatoria –tiempo de la anticipación- y jubilosa del yo ideal de la unificación narcisística cuando el desamparo de la prematurez humana amenaza con lo peor. Mencionaremos también –en este somero punteo acerca de lo estructural, imprescindible antes de abordar la cuestión del tiempo en la clínica- las cuestiones acerca de los tres tiempos de Edipo que, si las cosas operan en el encabalgamiento escénico progrediente, posibilita poder servirse y prescindir del padre.
Tiempo trabajado por el desencaje, por el torbellino, por la radicalidad del corte. Tiempo que descoyunta lo continuo porque es de lo imposible, de lo indeterminado. Topología y (del) tiempo. Tiempo en construcción (que posibilita dar otra vuelta a la atemporalidad del inconsciente freudiano con una concepción del “inconsciente como inacabado”, en pulsación -en transferencia- de apertura y cierre como lo plantea Lacan). Tiempo como constructor, otra vez Prigogine. También Lacan que nos permite, como se ve, hacer una caracterización novedosa del llamado tiempo o tiempos instituyente/s en el infans (viviente que pasa –o no- a “ser-parlante”, parlêtre, es decir en condiciones de ir a lo peor o a destinos de deseo y de amor). Concepción superadora de la tan mentada “psicología del desarrollo” (que no reconoce el tiempo lógico). Concepción que torna visible la impronta de la Fixierung, fijación de modos de la defensa: en esos tiempos el efecto de la forclusión del Significante del Nombre del Padre en el Otro primordial traba el acceso a la subjetividad deseante en tantos niños. O el efecto de la represión (estructuración hacia las neurosis) con la riqueza de la modalidad del après-coup, lectura del a posteriori del valor de la anticipación del nombre del hijo. “Lo que se cifra en el nombre” como dice Borges, ¿alude al “pasado”, al “futuro”, es de la misma estofa, es del “entre” y del “hacia”?. ¿Cómo opera el tiempo en la renovación del acto psíquico que instala narcisismo de los padres en el hijo como yo ideal, como Ideal del yo, como la posibilidad del más allá del padre después de servirse bien de él?[6]
Ya anticipamos que semejante concepción del tiempo en relación a la estructuración subjetiva y en relación a los lazos del sujeto con los otros exigió –en el sentido de la exigencia pulsional y en la necesaria dirección de la cura que procura su rectificación- un cambio radical en la modalidad de intervenir que le valió a Lacan la excomunión (según le interesó nombrarla) de la IPA. Insistimos, a partir de estas novedosas ideas acerca del tiempo en relación a la estructuración, hay una exigencia de trabajar en la clínica con sesiones de duración variable, escandidas, con intervenciones en lo real (al decir de I. Vegh), con cortes en y de la sesión. En el trabajo de la interpretación con el valor del sin sentido, del enigma (propio de la verdad siempre semi-dicha, parcial), del malentendido, de la falta como motor, del no hay Otro garante que caracteriza el trabajo de las estructuras[7] neuróticas hace que la experiencia analítica según Lacan -en este sentido según su concepción del tiempo- se sostenga, se tramite fundamentalmente vía acto analítico y vía saber-hacer, que no es hacer consciente lo inconsciente, que no es la interpretación como traducción de contenidos inconscientes sino que es intervención, puntuación para acceder, producir -valor de lo actual- el agujero en el saber propio y del Otro (Otro que estrictamente no existe, otra de las formas de concebir el momento de concluir un análisis).
El trabajo en el análisis con el equívoco[8], con el corte relanza al sujeto a hacerse cargo del a (el objeto a, pura falta) como su propio objeto a, objeto causa del deseo dejando de ser objeto de deseo –o de goce- del Otro. Esto viene por estructura –hace a los modos fantasmáticos y del sufrimiento- y se actualiza en lo transferencial a partir de la posición del analista. En efecto, el analista pasa a encarnar, como semblante (semblante de a) dicha posición de objeto del analizante. En el lugar de agente en el discurso del analista es de enorme importancia poner el cuerpo allí –posición, deseo, presencia, implicación del analista- para encarnar los objetos a, que son objetos pulsionales. Allí también se juega la cuestión del tiempo, como modalidad de escandir dicha posición apuntando a la radicalidad del corte para que se produzca la caída de ese lugar. Esta concepción del tiempo posibilita trabajar activamente con el sin sentido –casi al modo de un montaje surrealista- que le ofrece al analizante la posibilidad de armar su propia versión, le permite romper con la dependencia de recibir la interpretación del Otro como único garante para entender las cuestiones de su síntoma, de su sufrimiento. Siempre está el riesgo de trabajar con una historización con la concepción de tiempos cronológicos, sucesivos, más o menos ordenados (es notable pero hay una modalidad de interpretación que, al modo del desciframiento por capas, detectivesco plantea una tramitación del tiempo lineal y, desde ya, siempre apuntando a contenidos en el arcón). Desde la perspectiva que abre Lacan con su concepción del tiempo de lo que se trata es de la experiencia torbellinesca, de la experiencia del agujero y, también, de la experiencia de construir una obra propia adquiriendo un saber-hacer a partir de la materialidad del síntoma, propio del tiempo de la lógica del no-todo, no-todo fálico (de ahí que resulte muy interesante que Lacan haya nombrado sinthome, incluso nombra que las relaciones entre el sujeto y el otro como prójimo pasan a ser relaciones intersinthomáticas que reconoce y no tapa la falta estructural en el otro a diferencia de lo que ocurre en las relaciones interfantasmáticas e intersintomáticas donde se produce una permanente superposición e indiscriminación entre uno y otro). La intervención del analista apunta entonces a la ruptura de los entramados alienantes –las diferentes formas de posición de objeto- que toma la ubicación del analizante en la trama transferencia[9].
Otra vez: el tiempo variable (y no cronológico) de la sesión que posibilita la impronta de la intervención –en y desde lo real, real como imposible, como tyche, insoslayablemente traumático, real que no cesa de no escribirse- intervención que tiene como instrumento especialmente el corte. Recordemos una cita muy elocuente de Lacan en el Seminario 6 El deseo y su interpretación: “El corte es sin duda el modo más eficaz de la interpretación analítica. Quieren hacer de ese corte algo mecánico, someterlo a un tiempo prefabricado. Pues bien, nosotros no sólo lo situamos en un lugar muy diferente, en efecto, sino que agregamos que es uno de los métodos más eficaces de nuestra intervención. Tengamos a bien insistir al respecto y esmerarnos en ello.” Corte en la enunciación discursiva (que propicia el giro de los cuatro discursos, efecto de la castración y de la topología del tiempo operando) que relanza a nuevas bifurcaciones o el corte de la sesión en el momento oportuno que relanza el trabajo propio del analizante, duelo de la pérdida mediante. Es un punto de tensión la puesta a prueba del trabajo[10] de elaboración en el transcurso mismo de la sesión con la presencia y la implicación del analista sosteniendo una vuelta de tuerca más de la repetición[11] , del despliegue de la angustia que no es sin el incesante fluir de la demanda y por otro lado la elaboración que se juega en el fuera de sesión, en el más allá del trabajo del analista como tiempo de anticipación de lo que será el corte definitivo en el final del análisis (el trabajo de caída en verdad se juega desde el comienzo mismo del análisis en los diferentes momentos de desencaje, desajuste en relación al rehusamiento de la respuesta a la demanda). En efecto, el trabajo con la escansión y particularmente con el corte posibilita un modo de tramitar el aserto de certidumbre en relación al momento de concluir (de cada sesión, del final del análisis como venimos señalando) que abre a verificar si el acto es verdadero o no siempre en un a posteriori (no es sin riesgo!). El corte presentifica el a, de pura pérdida, de falta radical, presentifica lo real de la hiancia del significante de la falta en el Otro (la experiencia de castración en el Otro que es mucho más radical que la experiencia de la propia castración).
El analista en su clínica está atravesado por la dimensión del tiempo lógico en la transferencia. Esta cuestión se complejiza mucho más cuando se trata de la tramitación del mismo en la transferencia en sus límites o en la llamada transferencia transpuesta en lo real (propia de las problemáticas graves). Tramitación del tiempo que le permite reconocer la diferencia con la repetición (Lacan aporta que transferencia y repetición no son equiparables) y cuenta con la herramienta –como producción, no como cálculo- de la escansión que hace a las medidas necesarias en la enunciación y en los quantum de goce que albergan los síntomas (también en la regulación de la angustia, el famoso timing en relación a los modos de intervención y en particular el momento del corte[12]) y también -como herramienta- con la autorización del corte. Autorización desde la confianza del anudamiento simbólico-imaginario, desde la necesaria incertidumbre de todo acto, advertidos de lo incalculable del goce que puede precipitar, insistimos, al acting o al pasaje al acto cuando está en juego lo real traumático. Está claro que el analista tiene que dosificar (y esto muchas veces se ve en el a posteriori de la intervención) la irrupción de real traumático en pos de rupturas, cambios necesarios cuando los efectos de estagnación se sostienen indefinidamente[13]. Advertidos también que es el corte –habiéndose servido bien de la función del analista- la única certeza de que, se trata es acerca del saber-hacer-allí una obra propia, si se puede. Es del orden del desencaje radical con los mandatos superyoicos del otro, que pueden ser los ideales de cura del analista!.
Para ir concluyendo, digamos que en varios momentos fue mencionada la diferencia estructural de las neurosis en relación a las llamadas problemáticas graves, también la diferencia en relación a las modalidades del despliegue transferencial y que esto –estructuras, transferencia- hace al tratamiento del tiempo (tiempo eterno, congelado, inercial al tiempo del discurrir, de la irreversibilidad del devenir). La necesariedad de construir o reconstruir escenas (siempre una dentro de otra y siempre como montaje-desmontaje imaginario, simbólico, real anudados borromeicamente) en las problemáticas graves (que muchas veces requiere de la implementación de dispositivos familiares y/o institucionales) exige mucha cautela por parte del analista (a veces incluso de un equipo interdisciplinario) en no caer en intervenciones de cuidados, de prótesis donde el tratamiento del tiempo, como dijimos, vuelve a reducirse a modalidades lineales propias de los efectos de la reeducación emocional a los que estos modos precipitan. Pero también se trata de no precipitar el corte cuando en estas problemáticas se requiere de espacio-tiempo para generar soporte –recordemos que transferencia en alemán (Übertragung) es soporte, transporte- de las intensas (“fuerza constante”, que caracteriza tanto a lo superyoico como a lo pulsional) arremetidas de la compulsión a la repetición. Puede resultar iatrogénico el corte cuando se trata de “sutura y empalme” (al decir de Lacan en el Seminario El sinthome) en pos de cierta estabilización. Muchas veces en las problemáticas graves, en las llamadas problemáticas del vacío, se trata de instalar o rectificar un buen ajuste de la operación alienación -y esto puede llevar mucho tiempo de trabajo- siempre sobre el horizonte de la separación. De todos modos, estos comentarios acerca del tratamiento del tiempo en las problemáticas graves, como también las mencionadas acerca del trabajo con los dispositivos clínicos de los lazos son, como se ve, sólo pinceladas de una problemática muy compleja y que requeriría de un desarrollo mucho más extenso.
Quiero aprovechar esta oportunidad que nos estamos dando para trabajar la cuestión del tiempo en el análisis –después de haber enfatizado el corte- para ponerlo en valor en estos tiempos de incesante aceleración de lo vertiginoso, de la pura fluidez, de creciente mecanización-objetalización de lo humano. Poner en valor a mi entender sería reconocer que el trabajo con el tiempo, con tiempo, que caracteriza a los dispositivos psicoanalíticos (contra viento y marea) tienen en primera instancia un lugar de recepción, de holding, o dicho en términos lacanianos sería de dit-mansion (neologismo entre dicho y mansión) para dar cuenta del lugar de alojamiento que tienen para el sujeto en sus lazos las dimensiones de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario.

[1] Recordemos que Lacan define al significante diciendo: “Nuestra definición del significante (no hay otra) es: un significante es lo que representa al sujeto para otro significante”. Y define al sujeto: “Pero ese sujeto es lo que el significante representa, y no podría representar nada sino para otro significante: a lo que se reduce por consiguiente el sujeto que escucha”. En sus últimos seminarios la noción de sujeto      -caracterizada como parlêtre, ser parlante- se complejiza al ser trabajada con el nudo borromeo y al quedar entrelazado con el goce en sus diferentes modos y el a en los calces del nudo.

[2] “Pero justamente porque el instante pesaba sobre nosotros con tanta fuerza, ese tiempo tan fijo daba la impresión más fugitiva.” “En fin, el artista, el Tiempo, había ‘representado’ todos sus modelos…” (Proust)

[3] “El acto es significante que se repite […]. Es instauración del sujeto como tal, es decir que de un acto verdadero el sujeto surge diferente en razón del corte. Su estructura es modificada […] el acto está fundado sobre la repetición”, dice Lacan en su Seminario La lógica del fantasma.

[4] Recordemos la conmovedora propuesta de Nietzsche en Zaratustra: –“¿Esto era la vida? ¡Bien! ¡Volvamos a comenzar!… mi canto de ronda: ¡Otra vez!”. También las bellísimas palabras del poeta T.S. Eliot en Los cuatro cuartetos: “Por eso cada intento es un nuevo comienzo,/ una excursión a lo inarticulado.”

[5] Está bueno recordar una cita del Seminario RSI donde Lacan dice: “El efecto de sentido exigible del discurso analítico no es Imaginario. No es Simbólico. Es preciso que sea Real.”

[6] Certidumbre anticipada desde un tiempo recursivo que tramita la verdad como ficción, siempre des-montable, de-construible. El futuro anterior  -habrá sido- tramita las variaciones de la verdad que no es la del reloj salvo la del bellísimo y conmovedor relato de Cortázar.

[7] Concebidas como estructuras disipativas, de no equilibro –al decir de Prigogine-, en devenir incesante y en permanentes reconfiguración, tal es la idea de estructura que presenta Lacan al ubicarla en relación al nudo borromeo y al decir que el nudo es de lo real, es decir que no cesa de no escribirse, con lo cual queda claro que se trata de estructuras abiertas, más allá de aquellas que producen un entramado de fijación con mayor rigidez en las problemáticas graves.

[8] Lacan propone el juego traslingüístico entre l’une-bévue (la una equivocación, el equívoco) y Unbewusste (inconsciente). De esta manera produce un equívoco –como ya dijimos- que da cabida a una exterioridad radical que produce la escritura de un significante nuevo.

[9] Generando muchas veces caricaturas del lugar de Sujeto supuesto Saber y del amor de transferencia (claro amor puramente narcisístico, no el amor propio de la escena de la diferencia). Decimos caricatura porque en esas situaciones el analista parece encarnar realmente el lugar de saber, parece encarnar realmente el amor que genera dependencia eterna del analizante a su analista.

[10]Se trabaja con otra lógica el tríptico freudiano recuerdo-repetición-elaboración (la elaboración no es sin la fecundidad de la repetición significante) donde activamente el analizante toma registro, sanción del analista mediante, de determinadas producciones en el transcurso de la sesión y las pone a trabajar por su cuenta por fuera de la misma.

[11] “En doble bucle” dice Lacan aludiendo, precisamente, a una repetición mínima necesaria del significante. Esto produce un efecto retroactivo, tiempo reversivo en el après-coup de los efectos de sobredeterminación. “Toda la cura es un viaje al fondo de la repetición”, dice Deleuze en Repetición y diferencia.

[12] La clínica lacaniana especialmente cuando estaba demasiado imbuida del predominio de lo simbólico apeló en exceso al corte sin tomar en cuenta el incremento de la angustia que muchas veces provocaba acting o pasajes al acto graves o interrupción del análisis con la imposibilidad de continuar la elaboración necesaria.

[13]Lacan advierte en “El tiempo lógico…”: “(…) la tensión temporal que determina el momento de concluir. La verdad se manifiesta en esta forma como adelantándose al error [ante el temor de que el rechazo engendre el error] y avanzando sola en el acto que engendra su certidumbre; inversamente el error, como confirmándose en su inercia y enderezándose difícilmente para seguir la iniciativa conquistadora de la verdad.”

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