“Síntoma y sinthome en las relaciones intersinthomáticas” Rubén Dimarco

Reunión LACANOAMERICANA de Psicoanálisis Montevideo 2015

Síntoma y sinthome en las relaciones intersinthomáticas

Rubén Mario Dimarco

 

  1. La propuesta. Comienzo con una cita de Lacan del 9° Congreso de la Escuela Freudiana de París en 1978:”Considero que ustedes tienen como sinthome cada cual a su cada cuala. Hay un sinthome él y un sinthome ella. Es todo lo que queda de lo que se llama la relación sexual. La relación sexual es una relación intersinthomática. Es bien por eso que el significante, que es también del orden del sinthome, es bien por eso que el significante opera. Es bien por eso que tenemos la sospecha de la manera en que él puede operar: es por intermedio del sinthome[1].

 

La propuesta de trabajar Síntoma y sinthome en las relaciones intersinthomáticas hace a una interrogación acerca de lo estructural y de la clínica del sujeto en la trama de los lazos con los otros. Tramita cuestiones acerca de las vicisitudes del goce, del deseo y del amor según la urdimbre de los discursos y de lo por fuera de ellos, según la lógica fálica y de la del no-todo fálico, según los modos de anudamientos (o desanudamientos) RSI con el cuarto como sinthome. También tramita dichas cuestiones en la intersubjetividad, lo interfantasmático, lo intersintomático según las vicisitudes de lo transubjetivo y de lo transgeneracional (en especial vía superyó[2]), donde se juega lo pulsional en el campo del Otro, de los otros. La propuesta en ciernes en este escrito es poner a trabajar el inter de intersinthomático que Lacan menciona, tengo entendido, una sola vez, al final de su obra, precisamente en articulación, así lo pienso, con el valor fundamental que le dio a la intersubjetividad en sus comienzos[3] para recuperar el espíritu freudiano que se había perdido en la concepción endógena del inconsciente de Klein y sus discípulos.

 

  1. Síntoma en las relaciones intersubjetivas. La articulación propuesta –en conjunción-disyunción– entre relaciones intersubjetivas-síntoma- sinthome-relaciones intersinthomáticas amerita, en primera instancia, darle un lugar al reconocimiento que hace Lacan de Marx como el inventor del síntoma antes de Freud[4]. Se trata allí de ubicar lo que no anda en el idealizado progreso capitalista, ubicar el síntoma de su decadencia (en verdad, de cualquier idealismo). Marx torna visible cierto malestar en la cultura mostrando desencajes entre la falla del saber y la irrupción de verdad, una de las definiciones posibles del síntoma según Lacan. Entiendo que este reconocimiento ofrece el marco adecuado –la impronta del Otro social-epocal en el sujeto– para pensar una de las vertientes de las condiciones de su producción. Como formación del inconsciente, como significante, como metáfora, en el síntoma, a mi entender, convergen las dimensiones inter y transubjetivas, la lógica del fantasma, la gramática pulsional. Hace al goce, a lo real, a la realidad. Lacan lo dice así: “es lo real que permite desanudar efectivamente en qué consiste el síntoma, a saber un nudo de significantes. Anudar y desanudar no son aquí más que metáforas, pero a considerar como esos nudos que se construyen realmente para hacer cadena de la materia significante. Puesto que esas cadenas no son de sentido sino de gozo-sentido[5], a escribir como usted quiera conforme al equívoco que constituye la ley del significante[6]. Formulación que me interesa entrelazar con la caracterización que hace del fantasma como estofa entre deseo y realidad.

El síntoma es efecto de estructura del modo singular de goce del inconsciente pero no sin anomalías (extrañeza, irregularidad). Es lo real que molesta el andar, lo real que no deja de repetir el andar mal del sujeto en sus lazos. Porque el síntoma es de orden de lo imposible, con la modalidad incesante, inquietante de la equivocación, del tropiezo, del malentendido.

Al estar en juego la letra, el escrito, en el síntoma se juega tanto la sobredeterminación como la novedad radical: se puede decir entonces que el síntoma “es el efecto de lo simbólico en lo real” (donde se juega la transmisión transgeneracional) y también que “el síntoma es de lo real”, “es lo que viene de lo real”[7]. Lo cifrado y lo que se cifra (el après coup y lo actual) en el trabajo del síntoma. De ahí la tensa paradoja –tensión en la clínica con los lazos familiares– que se arma al caracterizar al niño como objeto en el fantasma del Otro primordial o el niño como síntoma de la pareja parental, o el niño como el verdadero objeto a, falta pura, sujeto a advenir. De ahí el valor subversivo del síntoma por lo torbellinezco del mismo.

Advertidos de que el síntoma es efecto de estructura cabe preguntarse acerca de su caída posible en la cura. Su etimología del griego da cuenta tanto de “caída”                            –symptôme, tôme: “caída de algo”– como de “coincidencia”, de modo que no se busca, en todo caso se encuentra. ¿Qué? Lacan intenta responder apelando al término alemán “aufheben” que traduce como “superar”, “abolir”, “suprimir”, “neutralizar”, “levantar”. También dice que “lo mejor sería, y a ello deberíamos poner nuestro empeño, que reventara lo real del síntoma”[8]. En “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma” reconoce el aporte de Freud diciendo “que los síntomas tienen un sentido y que sólo se interpretan correctamente –correctamente quiere decir que el sujeto deja caer alguno de sus cabos– en función de sus primeras experiencias, a saber, en la medida en que encuentre lo que hoy llamaré, por no poder decir al respecto nada más ni nada mejor, la realidad sexual”[9].  Advierte acerca de los riesgos de trabajar por la vía del sentido haciéndolo proliferar o produciendo su extinción prematura. De ahí que plantee que “el sentido del síntoma es lo real”[10].También el síntoma se trabajó en la cura como del orden de un saber-hacer con el mismo, travesía del fantasma mediante. O como saber-hacer un sinthome. Se trata del pasaje de la lingüística a la topología, a los nudos.

En la clínica con los diferentes dispositivos donde se ponen a trabajar los lazos                        –dimensiones de la escena-entendida como modos de anudamientos, desanudamientos de RSI con el cuarto– de los modos intersubjetivos de pareja, familia, grupo, institución– los desajustes, el andar mal –por exceso de goce, puro goce mortífero– pueden mostrarse como actuaciones, acting, impulsiones que son efectos de enredos alienantes e indiscriminados en los lazos y por lo tanto de lo interfantasmático y de lo intersintomático potenciando lo  peor. Los dispositivos que ponen a trabajar lo discursivo de las tramas de los diferentes lazos posibilitan trabajar la puesta en acto de la realidad del inconsciente con valor significante, entrada en escena de lo obsceno, de las precipitaciones a tratar al otro-prójimo como puro objeto, como puro desecho[11].

 

Hasta aquí algunas pinceladas acerca del síntoma, ahora quiero seguir con algunas pinceladas acerca de lo intersubjetivo. Hablando de pincelada, nada mejor para seguir pensando en el inter, de intersubjetividad que la enunciación de D. Velázquez donde, creo, queda claramente destacado qué me interesa destacar del inter: el vacío. Dice: “no me preguntes por la Infanta Margarita, ni por el perro, ni por la enana. Yo pinto el aire que hay entre ellos” (sobre Las Meninas).

 

En el Seminario 1: Los escritos técnicos de Freud, en especial en el capítulo que lleva el título “Relación de objeto y relación intersubje­tiva”, y en un escrito fundacional como es “Función y campo de la palabra y del lenguaje…” de los Escritos, Lacan le da un lugar al otro (otro como prójimo, alter, semejante y ajeno) de la intersubjetividad en la constitución de lo incons­ciente en toda su complejidad, partiendo de reconocer que el niño se consti­tuye gracias al reconocimiento del otro en su deseo como perverso polimorfo, propio de la sexualidad infantil. Destaca el valor de la mirada del otro y la reciprocidad de las miradas en la escena libidinal. En los seminarios siguientes, al desa­rrollar diferentes conceptos, lo hará sobre el fondo de esta postulación. En efecto, refiere en este tiempo inicial de su teorización a un Otro que lo postula como otro sujeto. Desde esta perspectiva, en cuanto al complejo de Edipo, acentúa el valor de la trasmisión a través del sistema de parentesco y de la constitución de la alianza; en cuanto al deseo, lo ubica como del orden del deseo como deseo del Otro. Deseo encarnado por los otros en funciones parentales y por los otros por donde transita el niño (guarderías, jardines que tantas veces suplen las funciones parentales).

 

En relación con la trasmisión transgeneracional, es muy interesante destacar la concepción que Lacan presenta del tiempo como “tiempo intersubje­tivo”. Esto lo trabaja también en el artículo “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”[12], de enorme valor para la clínica ya que permite hacer una lectura más precisa respecto del tiempo de retroacción y del tiempo de anticipación, del pasado, de la repetición, del tiempo como après-coup, de ahí que el trabajo analítico tiene como uno de sus vectores un valor en lo que hace a la historización del sujeto en la trama de sus lazos. Cabe destacar también que en estos desarrollos, Lacan busca darle un sentido no solamente imaginario sino simbólico a lo intersubjetivo, y entiendo que da el marco adecuado para poder ubicar las operaciones de alienación y separación (no sólo en tiempos instituyentes sino también a lo largo de toda la vida). Voy a mencionar que en sus efectos en lo interfantasmático y en lo intersintomático se trata de reconocer acuerdos y alianzas inconscientes en la trama discursiva. Como efecto de co-represión, co-desmentido, co-forclusión operando en la singularidad de los diferentes modos del lazo. ¿Cómo opera la castración en las vicisitudes del goce, del deseo y del amor en dichos modos?

 

En el Seminario 16, De un Otro al otro al retomar “el término frágil y tan problemático de intersubjetividad”[13] ubica “el uno-en-más como exterior a lo subjetivo” del conjunto vacío. Dirá también que éste “le da un relieve novedoso a lo real”, por mi parte allí pienso al síntoma y a la otredad radical del lazo.

Quizás después de estas puntuaciones acerca del síntoma y lo intersubjetivo se puede leer mejor la pertinencia del “en” –que los articula– tal como aparece en el título de este apartado. En efecto, pienso que no conviene leer –teórica y clínicamente– uno sin el otro.

 

No me voy a detener en las demoledoras críticas que hace Lacan a la intersubjetividad porque son muy conocidas y no hacen al propósito de este trabajo (ver principalmente en el Seminario 8, La transferencia y especialmente en la “Proposición del 9 de octubre de 1967…”[14]). Sigamos.

 

  1. Sinthome y relaciones intersinthomáticas. Los aportes de Lacan en el Seminario 23, El sinthome permiten abrochar lo que vengo situando en el siguiente sentido: un saber-hacer con el goce, dirá, un saber-hacer un sinthome, un hacer obra[15]. Lacan dice que lo característico de la operación del analista es enseñarle al analizante a hacer un empalme entre su sinthome y lo real parasito del goce, volver posible ese goce[16]. Como sabemos, estas conceptualizaciones posibilitan una nueva modalidad de estabilización de la psicosis –logradas en el saber-hacer en la vida o a través de un tratamiento– pero también posibilitan aportar un plus en la concepción de estructura, y en una novedosa concepción de final de análisis en las neurosis con sus efectos en el lazo con los otros (que hace a la invención a partir de la insoslayable diferencia y diversidad del otro). Un saber-hacer en el lazo dado que dice que el sinthome es el sexo al que no perte­nezco, un saber-hacer intersinthomático enfatiza. Ahí puede situarse lo que se siente en el propio cuerpo –como efectuación y afectación de la marca de goce singular– sólo a través del cuerpo del otro. Se trata de un cuarto que ofrece un buen anudamiento de los registros y un trabajo con lo simbólico –lo divide– para que quede enfatizado en uno de ellos –sigma, sinthome– el puro corte que permite sostener la extrema paradoja de que el Otro no existe, porque el otro (prójimo) existe en su alteridad irremediablemente ajena. Habiendo radicalizado la separación y el desencuentro entre los sexos, con la formulación “no hay relación sexual”, con la inven­ción del sinthome recupera un posible de la relación sexual como una alter­nativa diferente a las modalidades de lazo amoroso. Diferente al lazo que se configura con las complementariedades narcisísticas (lo interfantasmático, lo intersintomático) –como dije– del síntoma, de uno con el síntoma del otro. Lacan lo dice así: “Hay un sinthome él y un sinthome ella. Es todo lo que queda de lo que se llama la relación sexual. La relación sexual es una relación intersinthomática”. El otro sexo es sostenido por el sinthome. Novedad radical.

 

Reformula de esta manera lo que había planteado en el Seminario 23: “En la medida en que hay sinthome, no hay equivalencia sexual, es decir, hay relación. En efecto, si la no relación depende de la equivalencia, en la medida en que no hay equivalencia, se estructura la relación. Hay, pues, al mismo tiempo, relación sexual y no hay relación”[17], ahí dice que  una mujer es un sinthome para el hombre, dirá que hay que buscar otro nombre para lo que es el hombre para una mujer. De ahí que sea tan importante la reformulación mencionada (desde ya, sin perder de vista el enigma que esta formulación plantea).

 

Cuando me refiero a lo posible de la relación, lo hago conside­rando un nuevo modo              –con el sinthome– de plantear la estructura, como un abierto a partir de la falla estructural. Lacan dice que siempre hay falla, que es la hiancia del sujeto dividido y la de la radical separación de los cuerpos en todo encuentro. Entonces, habla de “corrección”: “Por este artificio de escritura, se restituye, diré yo, el nudo borromeo”[18] (se refiere a la producción del sinthome), justamente, a mi entender planteando la estructura abierta –el complejo proceso de estructu­ración, que no es de una vez y para siempre, sino que se pone en juego, cada vez, en los diferentes niveles que hacen tanto a lo subjetivo como al lazo con los otros– se puede dar la corrección a nivel del fantasma y del lazo (y esto hace a las distintas variantes de la cura). Estas consideraciones acerca del sinthome y del modo de relación que posibilita –relación intersinthomática–, sus efectos en las consideraciones de la subjetividad y el lazo, posibilitan también un paso más en lo que hace a las consideraciones acerca de las identificaciones y a la posición del sujeto respecto de la demanda del Otro. En efecto, Lacan teoriza sobre una identificación con el sinthome, con el “hay Uno”, y da una nueva vuelta en torno al “significante nuevo”[19] (ya no en la serie de la repetición significante, efecto de la combina­toria significante, sino como otro, significante nuevo, propio de la inven­ción). ¿Cómo podemos pensar este concepto, lo Uno, a la luz del énfasis que Lacan puso en distintos momentos de su obra en relación con el campo del Otro y con el lugar del otro, no sólo como semejante sino como prójimo? ¿Qué aporta el pasaje del Otro al Uno, partiendo de las consideraciones que nos permitían ubicar la noción de repetición en el sujeto, como un movimiento en una búsqueda de la causa primigenia y perdida radicalmente del sujeto, ahí donde Lacan plantea que la repetición es repetición de lo nuevo? ¿Qué aporta este significante nuevo?                         La repetición como repetición de lo nuevo es subsidiaria de nuevas traducciones, nuevas versiones de la cifra de goce, de las marcas del Otro que hacen a lo real del inconsciente. De ahí que el inconsciente es estructurado como un lenguaje pero también según estoy situando, con la lógica del no-todo, del “no hay relación sexual”, se complejiza con una concepción de inconsciente “torbellinezca”[20].

 

Me interesa destacar la deriva del “inter” de lo subjetivo a lo sintho­mático, habiendo atravesado lo fantasmático y lo sintomático. El atravesamiento ofrece la posibilidad de estar advertido y de un cierto saber-hacer.

Al decir que hay un sinthome “el” y un sinthome “ella”, es decir que “cada uno” tiene su “cada una”: esto hace que haya que pensar que la relación sexual es una relación intersinthomática, según citamos anteriormente. Me permito pensar que más allá de que esté refiriéndose a hombre-mujer y que aluda a la relación sexual (que existe en tanto se ha tramitado lo impo­sible del “no hay relación sexual”), es aplicable a diferentes variables de lazos, tanto del lazo sexual –en su diversidad– como de otros modos de lazo –por ejemplo de equipos de trabajo–  donde cada quien puede ser sinthome del otro. Relanza a un saber-hacer en invención a partir de la falta propia y del otro (hace al significante de la falta en el Otro). El término intersinthomático da cuenta de la tramitación del “no hay relación sexual” que lo intersubjetivo pareciera desconocer. Implica un saber-hacer con la diferencia, con lo diverso de una situación imposible, que hace a un cuenta-por-uno de una estructuración posible (que no deja de ser imposible, que permanece en el horizonte incesante de la fluctuaciones, de lo “disipativo”, es decir, que sostiene la dimensión de “las estructuras de no-equilibrio”[21]). La clínica muestra los obstáculos que se producen cuando se desmiente o forcluye el “no hay relación sexual”, donde los efectos de lo intersubjetivo precipitan hacia lo interfantasmático y lo intersintomático y lo por fuera de ello en lo transpuesto en lo real (enredos en la alienación imaginaria al Otro, enredos también de los goces en exceso).

 

En efecto, sabemos que hay modos, medidas que producen versiones del amor en sus diferentes vertientes –que hacen a las variaciones o versiones del goce que van del amor-fusión-narcisístico  –o los posicionamientos o modalidades nómades–  al amor en invención, en cons­trucción– (desde ya, con los diversos gradientes que la clínica y la vida cotidiana muestran). Entre el lazo amoroso intersintomático, que hace a lo fantasmático, y el lazo intersinthomático, que hace a los enlaces por las diferencias; entre el hacer/reconocer el Uno con el otro y el hacer Dos en la escena de la diferencia radical; entre el goce-Uno y el goce del Otro sexo –que obviamente no remite exclusivamente a lo heterosexual (mujer-hombre) sino a lo sexual del otro–, del cuerpo del otro (que siempre remite a una infinitud –en el sentido de las matemáticas– por fuera de los controles fantasmáticos, de las medidas fálicas). Es la verdadera “prueba de amor” que conecta con lo imposible, con la aprehensión de la experiencia de la inexistencia de la relación sexual.

 

Las modalidades intersinthomáticas  parten del encuentro azaroso –ya no el del efecto de la sobredeterminación infantil transgeneracional– de otros amores ya no puramente narcisísticos, amores que se sorprenden y que se aventuran a lo novedoso (que tolera, valora el des-encuentro, el des-encaje de lo enigmático). Novedad radical, si deviene acontecimental, que aporta a modo de supleción la diferencia, la diversidad. Lacan va a decir que ante el deseo de obtener la diferencia absoluta puede surgir “… la signifi­cación de un amor sin límites…”,[22]después de haber tramitado la medida fálica, hace a un más allá en invención. Amor que pone a trabajar –en el entre Dos– la fecundidad de la “discordia subjetiva”, como plantea en el seminario sobre la transferencia, en el lazo que así se construye, sin la nostalgia del pasado. No es del orden solamente del après-coup, es del orden de “ser fiel al acontecimiento”, según Badiou, quien dice respecto de la fidelidad que “es el pasaje de un encuentro azaroso a una construc­ción tan sólida como si hubiese sido necesaria”[23], caracterizándola por la duración, obstinación, compromiso. Se trata de la “experiencia de albergar al extranjero” en el decir de Derridá[24], lo diferente, lo diverso siempre empieza por allí.

 

 

[1] Conclusiones del 9º Congreso de la Escuela Freudiana de París sobre “La transmisión”, Julio de 1978. Parues dans les Lettres de l’École, 1979, nº25, vol. II, págs. 219-220. Traducción para E.F.B.A. de Carlos Ruiz.

[2] Rubén M. Dimarco: “Aporías, paradojas del superyó en la teoría y en la clínica vincular (algunas puntuaciones, algunos interrogantes)” en Jornada 25º Aniversario, Encuentro con la Clínica Vincular, “Asociación Psicoanalítica de las Configuraciones Vinculares de Córdoba, 2013. En este artículo hago un exhaustivo desarrollo acerca de la impronta de la transmisión de los ancestros –en la doble vertiente de la transmisión vía repetición significante en las neurosis y vía compulsión a la repetición en la psicosis y otras problemáticas graves– en la construcción sintomática y en lo imposible –efecto de lo forclusivo– de la construcción del mismo por lo transpuesto en lo real.

[3] Ver Jacques Lacan: “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos 1, Siglo Veintiuno editores, Buenos Aires, 2005, págs. 250-251 y Jacques Lacan: El seminario, libro 1: Los escritos técnicos de Freud, Ed. Paidós, Bs. As., 2004, págs. 316-318.

[4] Jacques Lacan: El seminario, libro 27: Disolución, Clase del 18 de marzo de 1980, inédito.

[5] Francés jouis-sens, paranomasia que condensa varios semas: la jouissance, el gozo; je jouis, yo gozo; sens, sentido; j’ouis, yo oí; y además, en el interior de la palabra francesa hay un oui, sí, escondido. La versión esp.literal sería algo así como: audio (sí) gozo sentido.

[6]Jacques Lacan: Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión. Ed. Anagrama, Barcelona, 1977, pág. 94. El subrayado me pertenece.

[7] Jacques Lacan: El seminario, libro 22: RSI, clase del 10 de diciembre de 1974, inédito.

[8] Jacques Lacan: “La tercera”, Intervenciones y Textos 2, Ed. Manantial, Bs. As., 1988, pág. 84. El subrayado me pertenece.

[9] Jacques Lacan: “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, Intervenciones y textos 2, Ed. Manantial, Bs. As., 1988, Pág. 126.

[10] Jacques Lacan: “La tercera”, Intervenciones y Textos 2, Ed. Manantial, Bs. As., 1988, pág. 84.

[11] Aurora S. Favre y Rubén  M. Dimarco: Variantes de la cura en los dispositivos psicoanalíticos. Transferencia y en los límites de la transferencia, Vol. 1 y Variantes… Transferencia  y lo transpuesto en lo real. Psicoanálisis e interdisciplina, Vol. 2, Ed. Letra Viva, Bs. As., 2015. Recomiendo la lectura de los capítulos III de los dos volúmenes “Relatos Clínicos” donde aparece un abundante material clínico de análisis individual, de pareja, de familia y tratamiento institucional de los autores que, a mi entender, “torna visible” (P. Klee) estas cuestiones.

[12] Jacques Lacan: “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”. Escritos 1, Siglo Veintiuno editores, Bs. As., 1988.

[13] Jacques Lacan: El seminario, libro 16: De un Otro al otro, Ed. Paidós, Bs. As., 2008, pág. 344. El subrayado me pertenece.

[14] Jacques Lacan: “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, Momentos cruciales de la experiencia analítica, Ed. Manantial, Bs. As., 1992.

[15] Rubén M. Dimarco, Aurora Favre y Equipo: N.S.Filidoro, J.S.Rubio, C.Sykuler, M. Tarquini, F.I.Tula, “Fundamentos de la práctica en Hospital de Día para niños y adolescentes”, Jornadas Interinstitucionales de Hospital de Día, Fundamentos de la práctica en Hospital de Día, Ediciones del Azul, Buenos Aires, 1990, pág.41.

[16] Jacques Lacan, El seminario, libro 23: El sinthome, Ed. Paidós, 2006, Bs. As.,  pág. 70.

[17] Jacques Lacan: El seminario, libro 23: El sinthome, Ed. Paidós, Bs. As., 2006, págs. 98-99.

[18] Ibid, pág. 149.

[19] Jacques Lacan: El seminario, libro 24: La ignorancia que sabe de la una equivocación (L’insu), clase del 17 de mayo de 1977, inédito.

[20] Por ejemplo en El seminario, libro 9: La identificación, clase del 23 de mayo de 1962, también en El seminario, libro 22, RSI, en la clase del 15 de abril de 1975 o en el 23, pág. 28.

[21] Ilya Prigogine: “Enfrentándose con lo irracional”, en Proceso al azar, Tusquets editores, Barcelona, 1986, pág. 155 y sgtes.

 

[22] Jacques Lacan: El seminario, libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós, Bs. As., 1986, pág. 284.

[23] Alain Badiou y Nicolás Truong: Elogio del amor, Ed. Paidós, Bs. As., 2012,  pág. 48.

[24] Jacques Derrida y Anne Dufourmantelle.: La hospitalidad, Ediciones De la Flor, BuenosAires, 2000, págs. 21 y 49.

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