Congreso en el Tobar García. Por Ruben Dimarco

I. Mi llegada al Tobar fue en febrero de 1969 y mi permanencia – ¡contra viento y marea! (entiéndase irrupción del golpe militar) – fue hasta 1980.

II. Dos modalidades de la experiencia de lo humano durante mi permanencia en el Tobar:

  1. Experiencia humana – discursiva, de prácticas clínicas diversas, pero también de prácticas sociales, políticas y eróticas en sus múltiples variantes.

  2. También: experiencia humana de lo tramitado por fuera de discurso a predominio de la pulsión de muerte – “cultivo(cultura) puro de la pulsión de muerte” (Freud) – en la clínica de la psicosis y de los autismos, pero también – en otro orden – en el fundamentalismo que reemplazó la política con el golpe militar (no le quiero otorgar la nominación de política, sí en cambio lo ubico también – sé que es discutible – dentro de lo humano) y trastocó – se dio como lo puramente traumático – en la persecución y el aniquilamiento de lazos y de vidas. Quiero hacer aquí mi homenaje y mi reconocimiento a Hugo Franano, Jefe de Internación desparecido.

III. Para intentar dar cuenta – de forma absolutamente preliminar y muy en borrador – de lo que me dio como experiencia profesional, en mi devenir psicoanalista en el Tobar en esos años quiero hacer un rodeo inicial y les pido paciencia entonces.

  1. Los sueños, las histéricas, la Autobiografía de Schreber, los mitos de Narciso y de Edipo, los que fracasan al triunfar, posibilitaron, como se sabe, reconocer, aprender sobre el deseo, la fantasía, el síntoma, el goce y lo real. En fin: reconocer la existencia de lo inconsciente en lo humano. Reconocer que lo humano es del orden del ser del lenguaje – ser siempre en devenir, en construcción, no ontológico, no identitario – en sus implicaciones sociales, históricas, antropológicas, política y transgeneracionales. Posibilitaron reconocer el lugar del Otro, de los discursos que lo entraman y lo posicionan en los lazos según tres registros RSI, real, simbólico, imaginario, en un anudamiento con un Cuarto que tiene que ver con una invención, con una novedad, con una obra propia. Lo humano en su malestar insoslayable, por lo que no anda irremediablemente, lo humano en pos de algún encuentro posible – donde el azar tiene su impronta – con un saber-hacer, siempre en construcción y en el cada vez, con el goce, con el deseo, con el amor-odio-indiferencia. Invención del psicoanálisis: teoría y práctica (lugar de la interpretación y fundamentalmente del acto analítico).

  2. Ahora sí – después del rodeo para reconocer mis marcas en el pasaje por el Tobar –, quiero señalar que la clínica con niños, con el sufrimiento y con las vicisitudes pulsionales en la transmisión familiar y social en los tiempos cronológicos de la infancia, pero fundamentalmente de los tiempos lógicos de las operaciones de alienación y de separación de los significantes del Otro en los albores de la constitución de la subjetividad. Otro que tramita discurso, deseo, goce, amor-odio-indiferencia. Transmisión y tramitación – vía nudo borromeo – hacia los posicionamientos – así me gusta caracterizar los llamados diagnósticos, incluso las estructuras en la infancia (otra vertiente de la neurosis infantil en el trabajo con el adulto) – en las neurosis o en las psicosis infantiles o en los autismos, o en las debilidades o en configuraciones subjetivas novedosas posibilitaron en primer lugar reconocer, aprender sobre la necesaria complejización del psicoanálisis, de los conceptos antes mencionados. Cuestiones tales como el objeto a y sus modalidades, de lo transpuesto en lo real, de lo desanudado, de la escena, del lugar del lazo, del prójimo – como alter, semejante y ajeno – en los discursos. Esta clínica da una apertura fundamental a la tramitación de los cuatro discursos – amo, universitario, histérico y analítico – tramitados en sus modalidades de familia, escuela, recreación, de lo comunitario en que se mueve el niño y la familia. Los niños, las psicosis y los autismos infantiles y sus familias me enseñaron, aquí en el Tobar, acerca del más allá del principio del placer (en sus dimensiones del goce excesivo, mortífero). Enseñan también, por su déficit o error, acerca de la lógica fálica y de su más allá, acerca también de la lógica del no-todo. Enseñan también que hay que encontrar-inventar un tratamiento posible en pos de una subjetividad a advenir en el mejor de los casos – a través de estos años, la clínica me mostró la siguiente ecuación: “a través del tratamiento se trata de subjetividad a advenir, escena a advenir, lazo a advenir siempre en simultánteo” – o en pos de rectificaciones singulares que pacifiquen y estabilicen los desbordes pulsionales tanáticos. Es notable pero, aún sin haber leído los últimos seminarios de Lacan en aquel entonces – que en su retorno, Freud lo suplementa (en especial sobre las cuestiones del goce y de “lo real como imposible”, como “lo que no cesa de escribirse” y, fundamentalmente, de “lo que no cesa de no escribirse”, como dice Lacan) – aquí en el Tobar los practicantes – los practicantes de aquel entonces que éramos nosotros – psicólogos, médicos, aprendices del psicoanálisis, intuíamos y trabajábamos, insisto, sin saberlo abiertamente, en ese campo. Y aquí viene la parte delirante del que suscribe: sin haber leído Lacan – humildemente, aunque va a sonar rimbombante – trabajábamos procurando la invención de un sinthome que a mí me gusta nombrar como construcción, invención – si se produce – una “obra propia” (Favre, Dimarco), singular a partir de los materiales propios trabajados en tratamiento en procura de estabilizar el mencionado goce en exceso desanudado, mortífero. Procurábamos que se produjese algún saber-hacer singular no adaptativo, no normativizado, y algún modo de lazo en los niños que deambulaban o circulaban en el Hospital de Día, también en los Consultorios Externos, en la Internación, en el CENTES, en el Servicio de Rehabilitación. Esta clínica nos enseñaba acerca de las cuestiones teóricas y también de la exigencia de prácticas novedosas que aportaban a los conceptos fundamentales del psicoanálisis (que, como se ve, son más que los clásicos cuatro). También aprendíamos – además de Freud y de Lacan y de sus discípulos – de Pichon, Bleger, Goldenberg, García Badaracco, Baremblitt, Berenstein, Rozitchner, Macci, Pavlovsky, Kesselman, A. Aberastury, Fukelman y de tantos otros. Aprendimos mucho del Arte, mucho cine y teatro para trabajar la escena según los tres registros. Mucha pintura, mucha literatura, mucha música…

Con los niños, con sus familias, con las problemáticas graves – especialmente cuando están en tratamiento precozmente – aprendimos que las estructuras son siempre abiertas, las llamadas estructuras de no equilibrio, aprendimos a reconocer el valor de la estructuración permanente. Los niños con posicionamiento en las problemáticas graves, en acto nos interpelaron y nos interpelan hoy desde el comienzo de nuestra práctica acerca de las pretendidas hegemonizaciones y dogmatismos del psicoanálisis. Clínica que enseña a interrogar/se, a sostener lo incierto, lo imposible, la indeterminación.

IV. Quiero concluir esta presentación destacando los efectos de mi paso por el Tobar en dos producciones que me interesa contarles ya que tienen que ver con lo principal de la misma.

  1. La fundación de CISAM en 1971, al poco tiempo de haber comenzado mi trabajo clínico y de investigación aquí, junto a un conjunto de colegas que en aquel entonces mostramos un muy fuerte compromiso por desarrollar lo mejor de la clínica hospitalaria. Efectivamente los profesionales provenían de diferentes hospitales, y del nuestro estaban allí en los comienzos Juan Carlos “Tato” Stagnaro, Ana María Papiermeister, Liliana Marrone.

  2. La escritura de un libro que ya desde su título da cuenta de las marcas: Variantes de la cura en los dispositivos psicoanalíticos (lo escribí junto con Aurora Favre, mi esposa, que venía de una muy rica experiencia en el Hospital Moyano). A las variantes – como se sabe, tal el título del artículo de Lacan en sus Escritos – que surgen de la provocadora clínica lacaniana en torno a una concepción novedosa de transferencia, de repetición, de la modalidad interpretativa, del tiempo variable de la sesión, y del acto analítico, la experiencia hospitalaria me permitió incluir la riqueza de la clínica de los lazos a través de la variedad de diferentes dispositivos psicoanalíticos, además del trabajo de análisis individual con el niño o el adolescente, configurar el dispositivo de trabajo familiar y multifamiliar, el trabajo de pareja, el trabajo grupal y el trabajo institucional. También el reconocimiento de la dimensión terapéutica – en acto y en novedad – del trabajo domiciliario, barrial y comunitario, tomando en cuenta muchas veces cruciales intervenciones de los llamados en aquel entonces “agentes de la comunidad”. Variantes de la cura que, cuando las problemáticas exceden la transferencia a un analista, requieren del trabajo de equipo y muchas veces de equipo interdisciplinario, y de una concepción ampliada de transferencia: “transferencias múltiples”.

En el horizonte del bíblico “En el principio era el Verbo” y de “En el principio era la Acción” el trabajo con niños y con problemáticas graves permitió valorar la complejidad de: Verbo-Palabra-Significante-Letra-Función del escrito, decir propio más allá de la ecolalia de los enjambres significantes del hablar en tercera persona según las problemáticas. También de Acción-Acto-Acto analítico-Saber-Hacer obra, juego propio más allá de la estereotipia, del pasaje al acto.

Dejar un comentario

Su email no será publicado.

Puedes usar estos tags de HTML : <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>